Por eso, dicen ellos, Jesús quiere que
primero nos concentremos en nuestra propia ciudad (nuestra
“Jerusalén”). Cuando la evangelización se complete allí, ya
podemos ir a Judea y cuando terminemos allí, podemos ir a nuestra
Samaria. Y en algún tiempo futuro, podemos ir a los confines de la
tierra.
El problema con esa interpretación es
que no concuerda con lo que hizo la Iglesia primitiva. Los primeros
cristianos no procedieron a evangelizar en una secuencia en la que
primero evangelizaban un lugar y debían completarla antes de pasar
al siguiente.
La persecución hizo que los creyente
simultaneamente se esparcieran por Judea y Samaria. De manera que
Felipe ya estaba predicando en Samaria (Hechos 8) antes de que toda
Judea fuera evangelizada. La Iglesia primitiva no tenía problema con
ir más allá de la fronteras geográficas. Para cuando Pablo se
convirtió, había iglesia en las ciudades gentiles como Damasco y
Antioquía de Siria. De hecho, la iglesia de Antioquía fue la
iglesia que comisionó a Pablo y Bernabé como misionereos.
La pregunta que los primeros creyentes
si tuvieron que enfrentar era la de las fronteras culturales, es
decir, si los gentiles que aceptaran a Cristo debían hacerse judíos.
El concilio de Jerusalén que se describe en Hechos 15 llegó a una
conclusión tajante, y no hay evidencia de que las personas esperaran
a terminar de evangelizar un lugar antes de pasar al siguiente. Hay
historias de Tomás plantando iglesias en India y Andrés
evangelizando en Grecia. Las fuentes históricas de la Iglesia
primitiva se refieren a Bartolomé visitando Armenia y a Santiago “el
jóven” visitando Egipto. Judas (Tadeo) podría haber visitado
Persia y Mateo visitado Etiopía.
Claramente, los cristianos del siglo I
pensaban que Cristo quería un evangelismo que fuera a todos los
lugares al mismo tiempo. Aparentemente, entendieron la lista de
lugares de Hechos 1:8 no como un mapa que debía seguirse al pie de
la letra, sino simplemente como otra manera de decir “hagan
discípulos a todas las naciones.” (Mateo 28:19-20) y “predicar
el evangelio a toda criatura” (Marcos 16:15).
En los siglos 16 y 17, la reforma
protestante enseñó una secuencia lineal (“primero evangelice su
pueblo”). Estaban equivocados. Se necesitó de personas como
William Carey para llevar nuevamente a la Iglesia a evangelizar en
todo lugar simultáneamente “desde y hacia los seis continentes.”
¿Será que la idea de que el
evangelismo mundial debe ser lineal (“primero en mi 'Jerusalén'”)
es solo una manera de evadir la responsabilidad de evangelizar al
resto del mundo?
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