Cuando se habla de la historia de la purificación del
Templo casi nunca se menciona la frase en Isaías: “para todas las naciones”. Una razón puede ser que solo en Marcos aparece
el versículo completo de Isaías. Sin embargo, al ignorar esas
últimas 3 palabras de Isaías 56:7, podríamos estar perdiendo lo
que en realidad estaba sucediendo aquel día. El punto central quizás
no era el comercio corrupto y abusivo que se estaba dando. El punto
central pudo haber sido que el Patio de los Gentiles había sido
invadido para esta actividad. Eso básicamente desalojó del Templo
a los que no eran judíos y significaba que el Templo ya no podía
ser en realidad una “casa de oración para todas las naciones.”
Mateo, Marcos y Lucas ubican la
purifiación del Templo en el Lunes Santo. El viernes de esa semana,
Jesús murió en sacrificio “por los pecados de todo el mundo” (1
Juan 2:2). Por lo tanto, cuando Jesús entró en el Templo al inicio
de la Semana Santa, esa carga por todo el mundo era muy grande en Él.
Tal vez ya estaba pensando en las palabras que compartiría más adelante sobre predicar
el evangelio a “toda criatura” (Marcos 16:15) y ser testigos
“hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8).
Dado lo que Jesús enfrentaría más
adelante esa semana, es lógico que Su corazón estuviera pensando ese lunes en “todas las naciones”. Eso lo habría hecho
especialmente sensible a que el Patio de los Gentiles estuviera
invadido por comerciantes y cambistas. Mientras los negocios
fraudulentos ciertamente profanaban el Templo santo de Dios, la gota
que pudo haber derramado el vaso para Jesús fue ver el espacio de
los Gentiles usurpado y convertido “en cueva de ladrones” (una
frase de Jeremías 7:11). Con los Gentiles desalojados del lugar, el
Templo ya no podría ser “una casa de oración para todas las
naciones.”
La vida de Jesús inicia en Belén
donde “no había lugar” para él. ¿No es irónico que al final
de su vida terrenal, Jesús encontró otro rótulo de “no hay
lugar”? ¡Este impedía el ingreso al Templo a las multitudes por las
que él estaba a punto de morir! ¿Nos sorprende, entonces, que sus
emociones llegaran al límite aquel día? Tal vez las nuestras
deberían hacer lo mismo cuando algo impide que “todas las
naciones” vengan a adorar a su Creador.
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