15 mayo 2013

Sin Lugar para “Todas las Naciones”

Rara vez la historia de cuando Jesús expulsó a los comerciantes del Templo da lugar a una charla sobre el evangelismo mundial. Eso es lamentable, si tomamos en cuenta que Jesús citó a Isaías 56:7 como la razón de sus acciones: “Mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones.”

Cuando se habla de la historia de la purificación del Templo casi nunca se menciona la frase en Isaías: “para todas las naciones”. Una razón puede ser que solo en Marcos aparece el versículo completo de Isaías. Sin embargo, al ignorar esas últimas 3 palabras de Isaías 56:7, podríamos estar perdiendo lo que en realidad estaba sucediendo aquel día. El punto central quizás no era el comercio corrupto y abusivo que se estaba dando. El punto central pudo haber sido que el Patio de los Gentiles había sido invadido para esta actividad. Eso básicamente desalojó del Templo a los que no eran judíos y significaba que el Templo ya no podía ser en realidad una “casa de oración para todas las naciones.”

Mateo, Marcos y Lucas ubican la purifiación del Templo en el Lunes Santo. El viernes de esa semana, Jesús murió en sacrificio “por los pecados de todo el mundo” (1 Juan 2:2). Por lo tanto, cuando Jesús entró en el Templo al inicio de la Semana Santa, esa carga por todo el mundo era muy grande en Él. Tal vez ya estaba pensando en las palabras que compartiría más adelante sobre predicar el evangelio a “toda criatura” (Marcos 16:15) y ser testigos “hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8).

Dado lo que Jesús enfrentaría más adelante esa semana, es lógico que Su corazón estuviera pensando ese lunes en “todas las naciones”. Eso lo habría hecho especialmente sensible a que el Patio de los Gentiles estuviera invadido por comerciantes y cambistas. Mientras los negocios fraudulentos ciertamente profanaban el Templo santo de Dios, la gota que pudo haber derramado el vaso para Jesús fue ver el espacio de los Gentiles usurpado y convertido “en cueva de ladrones” (una frase de Jeremías 7:11). Con los Gentiles desalojados del lugar, el Templo ya no podría ser “una casa de oración para todas las naciones.”

La vida de Jesús inicia en Belén donde “no había lugar” para él. ¿No es irónico que al final de su vida terrenal, Jesús encontró otro rótulo de “no hay lugar”? ¡Este impedía el ingreso al Templo a las multitudes por las que él estaba a punto de morir! ¿Nos sorprende, entonces, que sus emociones llegaran al límite aquel día? Tal vez las nuestras deberían hacer lo mismo cuando algo impide que “todas las naciones” vengan a adorar a su Creador.

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