Génesis 12:1-3
se conoce comúnmente como “el llamamiento de Abraham”. Esos
tres versículos son, sin embargo, más que una instrucción para un hombre
y su familia. En realidad, cuando el mismo mensaje se repite en Génesis
17, Dios dice que es un “pacto”. Con este pacto – que también aparece en Génesis 18 y 22 – Dios dio un paso importante para
cumplir la promesa del Redentor que empezó a desplegarse en Génesis
3:15.
Al seleccionar a
Abraham, Dios estaba eligiendo a la familia de la que nacería el
Redentor. Dios también le estaba pidiendo a la famlia hacer una
reubicación estratégica hacia el centro del mundo antiguo, y
ahí los estaba desafiando a ser un pueblo misionero.
Este pacto es
fundamental para entender no solo el Antiguo Testamento, sino también
el Nuevo. Nos encontramos el nombre de Abraham unas 70 veces en el
texto del Nuevo Testamento. Eso no fue solo porque Abraham fuera el
ancestro de los hombres cuyas familias se constituyeron como las 12
tribus de Israel. Sino porque el y sus descendientes – espirituales
y biológicos – eran los proveedores de la bendición de Dios a
todo el mundo.
Cuando se piensa
en los primeros versículos de Génesis 12, a menudo solo se ven las
promesas de terrenos, muchos descendientes y renombre para Abraham. A
decir verdad, esas promesas están en Génesis 12:1-3. Sin embargo,
este pacto es sobre algo más grande que terrenos, multitud de
descendientes y el legado de un hombre. Este pacto, llamado
“perpetuo” en Génesis 17, es sobre llevar el mensaje del Mesías
y Su obra redentora a todos los pueblos.
En Génesis 12:3,
Dios nos permite participar de un sueño grande, el sueño de una
bendición que fluye a todo el mundo. Esa bendición no era de
riqueza o salud u otras cosas que a menudo hacen que la gente hoy
diga, “Dios me ha bendecido”. La bendición que el pueblo de Dios
debe transmitir a los demás, dice Gálatas 3:8 en su explicación
del pacto Abrahamico, es el Evangelio.
No hay clausulas
de recisión en este pacto. De manera que, en un sentido, es
incondicional. Por el otro lado, está claro que el pueblo de Dios es
bendecido para bendecir. Como dijo Bob Sjogren junto a otros
misiólogos, este pacto tiene una bendición y una responsabilidad.
El mensaje que debemos comprender es que con un privilegio viene una
obligación.
Esa
responsabilidad u obligación fue reiterada por Jesús en la Gran
Comisión de Mateo 28:19-20. El “vayan” de la Gran Comisión es
una reafirmación de lo que Dios había dicho dos mil años antes a
Abraham: “En tí serán benditas todas las naciones de la tierra”
(Génesis 12:3)
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