24 mayo 2013

Bendecido para Bendecir

“Todas las naciones del mundo serán bendecidas por medio de tu descendencia.... Por lo tanto, sepan que los descendientes de Abraham son aquellos que viven por la fe.” Génesis 22:18; Gálatas 3:7

Génesis 12:1-3 se conoce comúnmente como “el llamamiento de Abraham”. Esos tres versículos son, sin embargo, más que una instrucción para un hombre y su familia. En realidad, cuando el mismo mensaje se repite en Génesis 17, Dios dice que es un “pacto”. Con este pacto – que también aparece en Génesis 18 y 22 – Dios dio un paso importante para cumplir la promesa del Redentor que empezó a desplegarse en Génesis 3:15.

Al seleccionar a Abraham, Dios estaba eligiendo a la familia de la que nacería el Redentor. Dios también le estaba pidiendo a la famlia hacer una reubicación estratégica hacia el centro del mundo antiguo, y ahí los estaba desafiando a ser un pueblo misionero.

Este pacto es fundamental para entender no solo el Antiguo Testamento, sino también el Nuevo. Nos encontramos el nombre de Abraham unas 70 veces en el texto del Nuevo Testamento. Eso no fue solo porque Abraham fuera el ancestro de los hombres cuyas familias se constituyeron como las 12 tribus de Israel. Sino porque el y sus descendientes – espirituales y biológicos – eran los proveedores de la bendición de Dios a todo el mundo.

Cuando se piensa en los primeros versículos de Génesis 12, a menudo solo se ven las promesas de terrenos, muchos descendientes y renombre para Abraham. A decir verdad, esas promesas están en Génesis 12:1-3. Sin embargo, este pacto es sobre algo más grande que terrenos, multitud de descendientes y el legado de un hombre. Este pacto, llamado “perpetuo” en Génesis 17, es sobre llevar el mensaje del Mesías y Su obra redentora a todos los pueblos.

En Génesis 12:3, Dios nos permite participar de un sueño grande, el sueño de una bendición que fluye a todo el mundo. Esa bendición no era de riqueza o salud u otras cosas que a menudo hacen que la gente hoy diga, “Dios me ha bendecido”. La bendición que el pueblo de Dios debe transmitir a los demás, dice Gálatas 3:8 en su explicación del pacto Abrahamico, es el Evangelio.

No hay clausulas de recisión en este pacto. De manera que, en un sentido, es incondicional. Por el otro lado, está claro que el pueblo de Dios es bendecido para bendecir. Como dijo Bob Sjogren junto a otros misiólogos, este pacto tiene una bendición y una responsabilidad. El mensaje que debemos comprender es que con un privilegio viene una obligación.

Esa responsabilidad u obligación fue reiterada por Jesús en la Gran Comisión de Mateo 28:19-20. El “vayan” de la Gran Comisión es una reafirmación de lo que Dios había dicho dos mil años antes a Abraham: “En tí serán benditas todas las naciones de la tierra” (Génesis 12:3)

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